15 de Octubre – El Día Mundial del Lavado de Manos es un llamamiento para concienciar a la población de que un poco de agua y jabón pueden salvar muchas vidas.
Un gesto tan simple como lavarse las manos con agua y jabón puede ser clave para la supervivencia de millones de personas, sobre todo de los más pequeños. Los niños y niñas son especialmente vulnerables a los efectos de la diarrea y de las infecciones respiratorias, enfermedades que se pueden prevenir fácilmente y de forma barata con un poco de agua y jabón. Este día quiere servir como recordatorio de la importancia de esta práctica
Es vital timar conciencia de la importancia del lavado de manos, pero no cualquier enjuague rápido: es importante lavarse las manos correctamente con agua y jabón en momentos clave del día. Estos momentos clave son: antes de cocinar o preparar alimentos, antes de comer y después de ir al baño o de limpiar a un bebé.
El lavado de manos con agua y jabón es una de las maneras más efectivas y baratas de prevenir enfermedades diarreicas e infecciones respiratorias agudas. Estas enfermedades causan la muerte de 3,5 millones de niños y niñas cada año y afectan a la salud de millones más, tanto en países en desarrollo como en países industrializados. En muchos lugares del mundo donde tienen acceso al agua, el acceso al jabón no es siempre fácil. En países como Etiopía mucha gente utiliza cenizas o arena para su aseo personal, porque no pueden obtener jabón.
La higiene de las manos en el momento adecuado salva vidas.
La higiene de las manos en la atención sanitaria ha salvado millones de vidas en los últimos años.
La higiene de las manos es un indicador de calidad que destaca la seguridad de los sistemas de salud.
Los problemas de salud, como las infecciones asociadas a la atención sanitaria (IAAS) las cuales son a menudo invisibles pero sin embargo ocurren, son retos políticos y sociales que se deben abordar.
Las infecciones pueden ser evitadas por medio de una buena higiene de las manos, y el daño a la salud de los pacientes y del personal de la atención de la salud se puede prevenir.
¡Existe tecnología de bajo costo para salvar vidas! La solución desinfectante a base de alcohol, puede prevenir las IAAS y millones de muertes cada año.
El incorporar los momentos específicos para la acción de la higiene de las manos en el flujo de trabajo del personal sanitario facilita hacer lo correcto a cada minuto, a cada hora, cada día.
La prevención de las infecciones está en el corazón del fortalecimiento de los sistemas de salud. La higiene de las manos es la base de todas las intervenciones, ya sea al insertar un dispositivo médico invasivo, manipular una herida quirúrgica, o al realizar una inyección.
UN POCO DE HISTORIA sobre el LAVADO DE MANOS – Semmelweis, el médico que salvó vidas por obligar a lavarse las manos
Actualmente sabemos que medidas antisépticas tales como lavarse las manos con movimientos circulares descendentes o limpiarse las uñas mediante una púa son algunas de las medidas que evitan la trasmisión de enfermedades a los pacientes durante las intervenciones quirúrgicas. Pero, hasta hace apenas unos 200 años, esto se desconocía y los profesionales sanitarios únicamente se lavaban las manos con agua y jabón por higiene personal.
El médico húngaro de origen alemán Ignác Fülöp Semmelweis (1818-1865) fue uno de los primeros en afirmar que la limpieza del personal médico estaba relacionada con la muerte de sus pacientes. Llegó a tal conclusión tras trabajar como ayudante del profesor de Obstetricia de la Universidad de Salzburg, Johann Klein, en la Clínica Primera del Hospital General de Viena y buscar la causa del fallecimiento de las mujeres por fiebre puerperal.
Fiebre puerperal
Durante la época, la fiebre puerperal era bastante común entre las mujeres: un 13% de las vienesas que daban a luz fallecían por este motivo. La fiebre puerperal se producía a lo largo de los 15 días después del parto o aborto, durante los cuales las pacientes presentaban escalofríos, fuertes dolores de cabeza, enrojecimiento de ojos e inclusive convulsiones. Aunque actualmente sabemos que se trata de una respuesta inflamatoria que afecta a todo el cuerpo, antiguamente se creía que el motivo que la producía era distinto en cada paciente y que no se trataba de una sola enfermedad sino de varias.
Es importante señalar que, por aquella época, el Hospital General de Viena permitía que las mujeres pertenecientes a las clases sociales más humildes fueran atendidas durante el parto en sus instalaciones sin coste alguno. La única condición al respecto consistía en que fueran asistidas por estudiantes en prácticas. El hospital estaba conformado por dos clínicas y las mujeres podían dar a luz en cualquiera de ellas, aunque solo había una diferencia: en la Clínica Primera ejercían los estudiantes de medicina sus prácticas y en la Clínica Segunda lo hacían únicamente las matronas.
La fiebre puerperal era más frecuente en la Clínica Primera, donde 1 de cada 10 pacientes fallecían por este motivo. Mientras que la Clínica Segunda contaba con una mejor tasa de supervivencia y solo un 4% de las mujeres que daban a luz morían a causa de esta fiebre. Este dato no pasó desapercibido para Semmelweis, quien también observó que las mujeres que daban a luz fuera de las instalaciones hospitalarias raramente se veían afectadas.
Semmelweis empezó a buscar los factores que establecían esta diferencia de cifras: ¿saturación de las instalaciones, condiciones climáticas, el estrés provocado por ingresar en una u otra clínica? La única diferencia de peso que encontró fueron los profesionales médicos que ejercían sus prácticas: en la Clínica Primera, estudiantes de medicina y en la Segunda, matronas.
La muerte de su amigo Jakob Kolletschka, médico forense, se convirtió en la razón que dio cierta luz a sus ideas. Jakob había fallecido tras cortarse en un dedo con el bisturí con el que estaba realizando una autopsia, provocándole una infección a causa de los microorganismos provenientes del cadáver. Su autopsia desveló alteraciones patológicas similares a las que se encontraban en las autopsias de las mujeres fallecidas a causa de fiebre puerperal. Semmelweis lo tuvo claro entonces: la causa de muerte de su amigo era idéntica a las de las mujeres afectadas por fiebre puerperal.
Semmelweis percibió que los estudiantes de la Clínica Primera atendían los partos justo después de realizar las autopsias, algo que las matronas de la segunda ala no realizaban. Aunque los estudiantes se lavaban con agua y jabón después de cada autopsia, esta medida no era suficiente y el particular olor del cadáver seguía impregnando sus manos, al igual que las partículas y gérmenes microscópicos que provenían del cuerpo.
Lavarse las manos después de cada autopsia
Semmelweis propuso por tanto que los estudiantes y médicos, después de cada autopsia, debían sumergir sus manos en hipoclorito cálcico y que esto debía de hacerse tantas veces como fuera necesario hasta que el olor desapareciera, lo que permitía, a su vez, que cualquier partícula o microorganismo procedente del cadáver se eliminara por completo.
¿Resultado? La Clínica Primera redujo un 90% las tasas de mortalidad por fiebre puerperal. Semmelweis llegó a la conclusión que el motivo era la falta de higiene. Su teoría fue rechazada e inclusive ridiculizada: entre sus coetáneos no sentó muy bien que fueran culpabilizados por la muerte de las embarazadas y menos que la causa fuera por sus medidas “antihigiénicas”. Semmelweis fue despedido del hospital y desprestigiado.
Familiares y amigos llegaron a sostener que estaba loco y con 47 años fue internado en una institución para enfermos mentales. En un intento de huida del lugar, Semmelweis recibió una paliza por parte de los guardias de seguridad de la institución. Falleció dos semanas más tarde, curiosamente, a causa de la infección de las heridas provocadas por los fuertes golpes de los guardias.
Su teoría fue posteriormente recuperada por Louis Pasteur, quien confirmó la existencia de gérmenes causantes de infecciones. Más tarde, el cirujano inglés Joseph Lister, basándose en estas teorías, implementó el uso de los métodos asépticos y antisépticos en cirugía. Actualmente a Semmelweis se le conoce con el nombre de «salvador de las madres» y es considerado uno de los primeros en establecer el uso de medidas antisépticas llevadas a cabo previamente antes de cualquier intervención para evitar la infección del paciente.